Carolina Bazo presenta sus personajes en situaciones que recuerdan instantes de vida conservados en la memoria por aquel azar 
de confluencias sensoriales que los graba por siempre con inexplicable emoción.

A menudo su opción figurativa alcanza una simplificación tan radical que pareciera tomar como modelo esa voluntad, 
entremezclada de juego y seriedad, que los niños ejercen al retratar el mundo... Hay aquí un acercamiento progresivo a la 
identificación de símbolos para aludir al destino individual.

Jorge Villacorta
Marzo 1996